Si cuando uno por la vida, literalmente, vive sin juzgar a otros en ningún momento, en ninguna instancia, tanto de pensamiento, como al decirlo, uno nunca es juzgado.
Lo mismo sucede con el perdón. Cuando uno perdona, también somos perdonados.
Sin duda nos es difícil perdonar a los que supuestamente nos han ofendido o nos han hecho mucho daño según la mirada de nuestro ego, pero al no hacerlo, nos encaramos a un mundo interno lleno de amarguras, rencores, penas y rabias que se nos acumulan a lo largo de la vida, enfermándonos, auto destruyéndonos.
El perdón hace referencia a solicitar u otorgar a alguien la remisión de una obligación o una falta.
Antes del momento del perdón, la persona que lo solicita debe estar y sentirse realmente arrepentida, mientras que el perjudicado por la falta tiene que estar dispuesto, en todo orden, mental, sentimental y corporal, a dejar el problema atrás por siempre.
Perdonar a alguien que ha hecho algo contra ti, ya sea relativamente pequeño o sea una acción sumamente seria, puede en ocasiones convertirse en algo insuperable. Y algunas veces es un proceso que toma realmente mucho tiempo.
Acercarse al perdón es una experiencia que trasciende. Es como un proceso por el cual la persona se transforma y aliviana la carga negativa del rencor y los paradigmas más rígidos se transmutan en algo parecido al desapego.
Perdonar no es borrar la falta cometida, pero sí dejarla atrás por completo y para siempre, sin rencor alguno, sin sentimiento alguno al momento de recordar los hechos.
Nadie puede ni debe obligar a alguien a perdonar a otros que lo han lastimado o insultado.
El perdón es uno de los valores más difíciles de llevar a la realidad. Es una decisión personal que requiere valor y mucho esfuerzo, pues va en contra de los sentimientos de enojo y venganza que experimenta el ego cuando alguien nos lastima.
Pedir disculpas implica no ser, ni sentirse responsable de lo que ha ocurrido. En cambio, cuando se pide perdón, se debe hacer también con total sinceridad porque implica reconocer la responsabilidad que se tiene por haber hecho daño o lastimado los sentimientos de la otra persona, como también haber faltado a un compromiso en el cual se auto adjudicó conscientemente con un otro.
Pedir perdón es más fácil que perdonar.
Es más fácil pedir perdón y rectificar después de un fallo, que ofrecer de una forma desinteresada ese perdón, porque lo humano es que haya dolor en el corazón. Dependiendo del daño recibido, la tendencia natural es la de marcar una distancia con la persona que causó la herida.
Cuando somos pequeños, una de las primeras cosas que nos enseñan nuestros padres es a pedir perdón cuando nos equivocamos. Es una regla de educación básica que implica una muestra de respeto hacia la otra persona. Sin embargo, a medida que crecemos nos desprendemos de esta costumbre y nos volvemos cada vez más reacios a disculparnos y/o solicitar el perdón, al menos de manera sincera y sin que medien los convencionalismos sociales.
Esto es debido, en parte, a que tanto la sociedad y como por nuestro miedos no resueltos, nos protegemos de todo lo que nos produzca dolor, agrandando nuestros egos, predominando por el orgullo y hasta por la soberbia, todo a nivel de inconsciencia, no por malos, sino que por miedos; creyendo que con ello estamos protegidos y somos “fuertes”, por ende, comenzamos a percibir el acto de pedir perdón como un signo de debilidad y mal asumimos que disculparse es sinónimo de derrota y fracaso.
Sin embargo, pedir perdón no nos convierte en personas vulnerables, ni significa que hemos fracasado, al contrario, saca a relucir nuestra mejor faceta y tiene un impacto muy positivo sobre los demás.
De hecho, pedir perdón es un acto admirable que refleja nuestra capacidad para reconocer los errores y muestra la voluntad de mejorar o reparar el daño causado.
Además, disculparse también se convierte en una oportunidad para expresar cuán comprometidos estamos con la otra persona y cuánto significa para nosotros.
Sin embargo, a veces las buenas intenciones no son suficientes, es necesario saber cómo pedir perdón.
Y ese cómo es el verdadero aprendizaje que cada quién ha de descubrir en su propio camino de vida, en la medida que lo experimente y lo haga sin esperanza, ni manipulación alguna, si no que en forma honesta y sincera.
Bendiciones a todos hoy y siempre.
NAMASTÉ.
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Bendiciones.
NAMASTÉ