Cuando JESÚS habló sobre el Cambio Climático (Primera Parte)

 Aquí les dejo, en formato video, para que lo escuchen atentamente.
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Astrología y Astronomía (primera parte)

Astrología y Astronomía (primera parte)


Se recomienda nunca confundir la Astronomía con la Astrología.  

Aunque ambas comparten un origen común, son muy diferentes entre sí. 


En resumidas cuentas, mientras que la Astronomía es la ciencia que se encarga de estudiar el comportamiento de cada astro en función de su espacio, la Astrología es la ciencia que se encarga de estudiar la influencia de esos astros sobre la vida de los hombres.


Pero, para poder hablar sobre ambas ciencias, sus comparaciones e historias, con claridad, es necesario antes señalar algunas definiciones para que se puedan entender limpiamente.


Todas las palabras que se usan para nombrarlas y así definirlas en un sólo concepto, derivan del griego y del latín que, desde entonces, se han mal usado y tergiversado, confundiendo a la humanidad para no saber la verdad y realidad que le rodea, viviendo en una gran ilusión.


Éstas son:



Asteri: del griego αστέρι [astéri] (astron en movimiento), en latín “stella”, que significa estrella.


Asthi o Asty: del griego ἄστυ [ásty], que significa agrupación, territorio.


Astro: del griego άστρον [astron] (astéri estático o fijo), en latín “astrum”, que significa luminaria.


Con: del prefijo latín “com”, “con”, “co”, que indica convergencia, reunión o cosas juntas, agrupación fija.


Cosmos: del griego κόσμος [kosmos], en latín “mundus”, que significa mundo.


Eoro: del verbo griego άερω [airo], en latín “aere”, que significa levantar, elevar o suspender


Firmamento: del latín "firmāmēntum", que en sentido literal significaba cualquier cosa que refuerza, fortifica o da soporte, algo que da firmeza, que consolida, un apoyo, utilizado con el sentido de apoyo en una acusación, o contar con el amparo o protección de alguien, prueba del ofendido que acusa contra el argumento del defensor. Pero en latín tardío eclesiástico, el vocablo tomó el significado de el cielo de los cielos, la bóveda celeste, considerada como algo firme y perdurable. Era la octava y más extensa “esfera”, la de las estrellas fijas.


Gonia: del griego γέγονα [gégona], en latín “nascí”, que significa nacer.


Logía: del griego λογια [logía], en latín “studium”, que significa disciplina, estudio.


Mete: del prefijo griego μετά [metá], en latín “metam”,que significa más allá, entre, o después de.


Mundo: del latín “mundus”, que se refiere a la totalidad de entidades, al conjunto de la realidad o a todo lo que fue, es y será.


Nomia: del griego νομαι [nomai], en latín “lex”, que significa ley, norma, regla.


Oide: del griego εἶδος [eîdos], en latín “forma”, que significa aspecto exterior, apariencia, forma, figura.


Plano: del griego πλάνος [plános], en latín “planus”, que significa llano, ancho, extensión, tierra.


Planeta: del griego πλάνετος [plánetos], en latín “planetus”, que era un derivado directo del verbo griego πλανἄστυ [planasthi (plano y asthi)], que significa territorio llano que, por ser único, es solitario, errante y vagabundo en el Cosmos.


Stelaciones: del latín “stellatus”, plural de la palabra “stella”, que significa estrellas.


Uni: del latín “unus”, que significa uno.


Verso: del latín “versus”, participio perfecto de “verto” o “vertere”, que significa girar o dar vuelta.



Por tanto, las palabras:



  • Asteroide, sería el aspecto exterior, apariencia, forma, figura o fenómeno de una estela o estrella, es decir, de una luminaria o astro en movimiento. Término acuñado por el astrónomo inglés William Herschel (1738-1822), para referirse a cuerpos celestiales que se parecen a las estrellas, sin serlo.


  • Astrología, sería el estudio de las luminarias.


  • Astronomía, sería las reglas, leyes y normas que rigen a las luminarias.


  • Constelaciones, sería el conjunto, reunión o agrupación de estrellas fijas.


  • Cosmogonía, sería la explicación del nacimiento del mundo.


  • Cosmología, sería el estudio del mundo.


  • Cosmonomía, sería las reglas leyes y normas que rigen al mundo. 


  • Meteoro, sería suspender o levantar algo más allá, entre cielos, ya sea para referirse al tiempo atmosférico, como lluvia, nubes, relámpagos, etc., o para designar algún efecto luminoso dentro de la atmósfera. 


  • Meteoroide, sería el aspecto exterior, apariencia, forma, figura o fenómeno que sucede suspendidamente entre cielos.


  • Universo, sería que todo gira en uno. Lo que en griego sería σύμπαν [sýmpan], la verdad única, encerrado por el gran firmamento.



Teniendo estas definiciones y conceptos claros y en consideración, pues entonces, podemos darnos cuenta que efectivamente, como hice hincapié más arriba, a lo largo de la historia humana, se han tergiversado la raíz de toda definición original, confundiendo así a las mentes de las masas humanas de hoy en día, para no poder ver y experimentar la realidad y la verdad imperante tal cual es y que está al alcance de todo ser.


Pero antes de proseguir con el tema de la astrología y la astronomía, se necesita aún más, dejar en claro ahora ciertos conceptos en base a las definiciones antes dichas, tales como:



1.- Cosmogonía


Cosmogonía


Como ya vimos antes, viene del griego κοσμογονία [kosmogonía] o κοσμογενία [kosmogenía], éste derivado de κόσμος [kosmos] ‘mundo’ y la raíz γέγονα [gégona], ‘nacer’, es una narración mítica que pretende dar respuesta al origen del universo y de la propia humanidad.


Generalmente, en ella se nos remonta a un momento de preexistencia o de caos originario, en el cual el mundo no estaba formado, pues los elementos que habían de constituirse se hallaban en desorden; en este sentido, el relato mítico cosmogónico presenta el agrupamiento (paulatino o repentino) de estos elementos, en un lenguaje altamente simbólico, con la participación de elementos divinos que pueden poseer o no atributos antropomorfos (que se parece al ser humano en sus características externas).


La cosmogonía pretende establecer una realidad, ayudando a construir activamente la percepción del universo (espacio) y del origen de dioses, hombres y elementos naturales.  A su vez, permite apreciar la necesidad de la mente del ser humano de concebir un orden físico y metafísico que permita conjurar el caos y la incertidumbre, teniendo el control de lo que observa y experimenta, tal cual sigue haciendo las ciencias hoy en día, pero a nivel más intelectual y soberbio.


Desde la antigüedad, los mitos han sido relatos compuestos por acciones simbólicas que se transmitieron por generaciones para ofrecer respuestas sobre el origen del universo y del hombre, relacionándolos con dioses y mensajeros que actuaban a nombre de éstos.


Los mitos ofrecieron a las distintas culturas una visión integradora del mundo, al facilitar su percepción de los fenómenos que le parecían extraños a una creencia colectiva que dio origen a los que los acompañaron y proporcionaron la seguridad psicológica para la construcción de una identidad para la vida en comunidad.

En los mitos,  los dioses suelen representar las fuerzas elementales de la naturaleza que se pueden percibir, de los cuales se derivan los fenómenos naturales que condicionan las vidas humanas. 




2.- Cosmología 


Cosmología


El estudio del universo en su conjunto, en el que se incluyen teorías sobre su origen, su evolución, su estructura a gran escala y su futuro.


Aunque la palabra cosmología fue utilizada por primera vez en 1730 en la “Cosmología Generalis” de Christian Wolff, el estudio científico del universo tiene una larga historia, que involucra a la física, la astrología, la filosofía, el esoterismo y la religión.


El nacimiento de la cosmología moderna puede situarse en 1700 con la hipótesis de que las estrellas de la Vía Láctea (aquella franja de luz blanca visible en las noches serenas de un extremo a otro de la bóveda celeste), pertenecen a un sistema estelar de forma discoidal, del cual el propio Sol forma parte; y que otros cuerpos nebulosos visibles con el telescopio son sistemas estelares similares a la Vía Láctea, pero muy lejanos, derivando así a la astronomía.




3.- Cosmonomía 


Palabra en desuso que se refiere a un conjunto o agrupación de leyes que puede regir por el cosmos o el universo que no son inmutables y que pueden sufrir alguna transformación o modificación, como son las tres leyes de Johannes Kepler, relacionadas con la gravitación universal, como son la ley de la órbita, la ley de las áreas y la ley de los períodos.




4.- Universo 


Concepto Hebreo del Universo

Del latín “universus”, en donde todo lo creado, es decir, el cosmos, el mundo o todo lo existente, gira alrededor de un sólo punto, generando una única gran realidad y verdad.  

Simbolizado por una gran circunferencia o esfera, un Entero, un Todo, en donde nada más hay que el propio Universo o toda la Creación, sostenido por la Nada o vacío.


Los griegos de la antigüedad (y luego los romanos) creían fervientemente que lo que hoy llamamos Tierra, era un vasto territorio llano, plano y circular, como un disco, por lo cual se le denominó “planeta”, que limitaba con el final de toda la Creación, siendo solitario, errante y vagabundo dentro del vacío y que ocupaba el centro de todo lo existente, generando el concepto de Universo (una única gran realidad o verdad), el cual comprendía no sólo a la Tierra, sino que todo lo que giraba alrededor, sobre y bajo ella, como las nubes, los meteoroides, el Sol, la Luna, los astros y las estrellas, y que limitaba con la Nada, el vacío u obscuridad, gracias al firmamento o bóveda celeste que le encerraba por arriba, en donde las constelaciones se encontraban, siendo la media parte de una gran esfera que separaba la luz de la obscuridad, o la Creación de la Nada.


Esta creencia fue adquirida por los griegos, y luego "editada" o adaptada a su conveniencia, gracias a la gran relación que sostenían con los egipcios, compartiendo cada uno sus propias experiencias, siendo la egipcia una influencia cultural para otras civilizaciones, como la hebrea, mucho más antigua que los griegos.

 

Para las civilizaciones de la antigüedad, que compartían esta misma creencia heredada una de la otra en la medida que iban sobreviviendo de sus catástrofes e historias, dentro de esta gran esfera, tanto el Sol, como la Luna, ciertos astros, estrellas y constelaciones que literalmente circulaban por el cielo, sobre la gran planicie (y bajo ella también, como el Sol Negro), influían en el día a día, a cada momento, en todo instante, a la creación entera, desde lo más denso a lo más sutil o etéreo y viceversa, como una entidad con poder ante la humanidad, haciendo su voluntad constantemente. Y esto lo explicaban a través de sus estudios y observaciones de estos cuerpos celestes, llamándole los griegos a esta ciencia, Astrología, nombre que heredamos, entendemos y manejamos en nuestro lenguaje hoy en día, a nivel generalizado y mundial.


Pero sólo los eruditos en el tema lo podían comprender como algo natural, físico y alquímico, no así el resto de la humanidad, que no lo estudiaba y estaba abocada a sobrevivir en la vida trabajando para generar su alimentación.  Por tanto, se les explicaba lo mismo, como quien lo explica a un niño, con visualizaciones e imágenes metafóricas, en forma de historias entretenidas que dejaran alguna enseñanza, naciendo así las instituciones religiosas. Por lo mismo había una estrecha relación entre astrólogos y sacerdotes.


De ahí que nacen los conceptos de Dioses, en donde sus nombres y características son las mismas que tiene cada astro que influye tanto en la planicie o planeta, como entre ellos mismos, es decir, a toda la Creación, generando historias para poder explicarle a la mente humana sus funciones, naciendo así la mitología griega, robada luego por los romanos y siendo parte del inconsciente colectivo de la cultura simbólica y comunicativa a lo largo del mundo actual.




4.- Constelaciones 


Del latín “constellatio”, “constellationis”, posición de los astros, derivado de “stella”, estrella.


Una constelación es el límite en que está dividida la bóveda celeste, cada una está conformada por una agrupación convencional de estrellas, cuya posición en el cielo nocturno es totalmente invariable. 


Los pueblos, generalmente de civilizaciones antiguas, decidieron vincularlas mediante trazos imaginarios, creando así siluetas virtuales sobre la esfera celeste. 

Además, dichos grupos son completamente arbitrarios, ya que distintas culturas han ideado constelaciones diferentes, incluso vinculando las mismas estrellas.


Algunas fueron ideadas hace muchos siglos por los pueblos que habitaban las regiones del Medio Oriente y el Mediterráneo. Otras, las que están más al sur y también en las Américas, recibieron su nombre de los europeos en tiempos más recientes al explorar estos lugares hasta entonces desconocidos por ellos, aunque los pueblos que habitaban las regiones australes ya habían nombrado sus propias constelaciones de acuerdo a sus creencias.



Continúa en Astrología y Astronomía (segunda parte)



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La Kabbalah y su importancia en la Humanidad

La Kabbalah y su importancia en la Humanidad

Del hebreo קַבָּלָה (qabbālāh), que significa “recibir”, la Kábbalah o Cábala, es una corriente de interpretación mística, esotérica y alegórica del Antiguo Testamento que se refiere a la tradición oral que recibió Moisés de Dios, en oposición del Torá, la que es la tradición escrita.

El concepto refiere al conjunto de doctrinas que, mediante el esoterismo y el cumplimiento de ciertos preceptos, pretende revelar el mensaje de Dios y del mundo.

La Kabbalah es una tradición viva de conocimiento superior, un sistema universal no sujeto a dogmas ni ideologías religiosas, por lo que es perfectamente válido para todas las personas interesadas en el autoconocimiento, la transformación, la apertura de la conciencia, el desarrollo de capacidades y la evolución, tanto en el ámbito espiritual como en lo terrenal.



Un poco de historia...


Si bien las raíces de la Kabbalah se remontan al Antiguo Egipto, a la Atlántida, a Lemuria, e incluso mucho más atrás en el tiempo, la tradición cabalística actual señala a Abraham como el primer humano que estableció la metodología en el pueblo judío y, de ahí, al mundo, como bien expresa la misma obra que se le atribuye: “Séfer Yetsirá: El Libro de la Creación”, estableciendo a su vez los principios básicos de esta sagrada herramienta para la transformación y evolución interior, que también produce lindos y suculentos frutos en el exterior. 


En esa obra, están ya presentes los elementos cabalísticos fundamentales que, no sólo han llegado hasta nuestros días, sino que también siguen teniendo la misma importancia y utilidad de entonces. Se trata, por ejemplo, de los 72 nombres de Dios, las 10 esferas, las 22 letras hebreas, los Arcángeles, Ángeles y las Esferas Planetarias, las técnicas de meditación y de oración, e incluso las prácticas mágicas y alquímicas. 

Con todo esto y mucho más, integrado y desarrollado de forma perseverante y continua, es posible lograr un grado de unión tan profundo con el Intelecto Divino, que lleva a materializar eso que en la dimensión terrena llamamos milagros.


Después de Abraham, Moisés fue el segundo impulsor significativo de la Kabbalah. Detrás de él la practicaron y desarrollaron los Esenios, el linaje en el que nació Yeshua o Jesús en su encarnación de hace más de dos mil años. 


Ahora bien, no sólo el Maestro del Amor, de la Paz y del justo uso de la Energía Universal, era un gran caballista, sino que también lo fueron muchos de sus parientes más cercanos y, desde luego, sus padres, sus abuelos maternos, su esposa, María Magdalena, y algunos de sus hijos y nietos.


En el gran y largo recorrido histórico y evolutivo de la humanidad, la Cábala ha ido asimilando y adaptando contenidos de otras culturas, tradiciones y pueblos, como también ha introducido enseñanzas de la gnosis y la filosofía griega y, más recientemente, aunque pareciera ser que no y se niegue actualmente por los ortodoxos del tema, de la Psicología Jungiana y Transpersonal. 


Por esa misma capacidad de evolución, integración y adaptación que tiene, la Kabbalah se ha convertido, a lo largo del tiempo, en un camino de conexión con el Todo, con la Fuente Divina, con la Creación misma.


Por lo mismo, al momento de estudiarla, es que podemos ir viendo muchas similitudes con casi todas las civilizaciones, culturas y religiones que se conocen hasta el momento, a lo largo y ancho del planeta.



El Árbol de la Vida...

Árbol de la Vida
Ahora bien, el símbolo fundamental de la Cábala es el “Árbol de la Vida”, un mapa de la Gran Consciencia y de la Energía Universal expresada en Luz y Obscuridad, que representa al Todo, al Uno, a la Fuente Divina y Cósmica de la Existencia, al Universo y a la Humanidad, a la unión de cada ser humano, desde lo Macro a lo Micro, desde Adentro hacia Afuera y viceversa, desde Arriba hacia Abajo y viceversa, además de la relación que existe entre cada componente de la Santísima Trinidad de la Vida Una, expresadas en las experiencias materiales y terrestres, como las celestiales y espirituales.


Es el mismo Árbol de la Vida que podemos encontrar en otras culturas, como la egipcia y la hinduísta, de los cuales se desprenden los Siete Chakras (que son los siete niveles del Árbol de la Vida que contienen a los diez Sefirot), que, con el tiempo, el catolicismo adoptó en forma disfrazada como los Siete Sacramentos, ocultando el verdadero significado, pero enfocando una gran parte del manejo de las energías para encauzar a la humanidad para su propio beneficio. A nivel material y físico, serían las Siete Glándulas Endocrinas. Y a nivel más sutil y etéreo, serían los Siete Cielos, las Siete Dimensiones.


Ver Relación entre Los 7 Sacramentos, El Árbol de la Vida y Los Chakras.


Fue a partir del siglo XII, cuando todo el cuerpo de conocimiento delineado en el Sefirá Yetsirá, se reestructuró de una manera nueva, sintetizada y simbolizada en lo que hoy conocemos como el Árbol Cabalístico de la Vida, una amplia y enriquecedora síntesis e integración de cinco saberes fundamentales del Conocimiento Perenne o Gnosis, cinco de las más elevadas y avanzadas ciencias sagradas para la evolución, transformación y elevación del alma humana, y de la personalidad terrestre en la que ésta habita en cada encarnación.


Se trata del Tarot, la Astrología, la Alquimia, la Numerología y la misma Kabbalah, todas ellas relacionadas también con el ámbito psicológico humano.

 

Gracias a esa unidad, y en una única imagen, nos encontramos en el Árbol de la Vida con una representación completa de la propia existencia: una Geometría Sagrada que muestra las esferas más sutiles y mundanas, así como los distintos caminos y modos de conexión que hay entre ellas, todos disponibles para ser andados, experimentados, integrados y desarrollados por todo ser que ha encarnado en un cuerpo de carne y hueso, vehículo a través del cual la esencia espiritual se manifiesta, aquella sagrada vasija espiritual capaz de conectar albergar y manifestar códigos y frecuencias energéticas de alta vibración, una vez que aquellos seres, en forma consciente, se hayan liberado de las de menor frecuencia. 


Cada Sefirá o esfera del Árbol Cabalístico de la Vida, cuenta con distintos poderes y energías regentes, cuyos apelativos tradicionales son aquellos con que nos han inculcado a lo largo de la historia humana, como son los nombres de Dios, los Arcángeles, el Coro o Jerarquía Angelical y las Esferas o Dimensiones energéticas, que están detrás de todo lo existente, rigiendo y alentando con su energía particular a cada uno de los Sefirá. Son distintos grados de Consciencias de muy alto y elevado “voltaje”, energías de distintos calibres, frecuencias y vibraciones, expresadas desde lo más sutil y etéreo, hasta lo más denso y material, todas conectadas entre sí, traspasando su saber, información y experiencias en los distintos planos hacia ambos lados de su Ser, tanto hacia arriba como abajo, tanto hacia adelante como atrás, tanto a la izquierda como a la derecha, y tanto adentro como afuera, para mantener así  la Gran Unidad que los encierra y sostiene a todos, creando en forma constante, infinita y eterna, pasando por todos los estados de existencia.


Para poder entenderlo a nivel mental, es que la Cábala lo expresa con distintos nombres y funciones específicas, siendo cada uno un regente de cada emisión, energía, astro, chakra, color, sonido, etc, pero que así y todo están todos interconectados; por tanto, todos y cada uno, hace lo mismo que el otro, pero en distintos niveles y vibraciones.


Es así como existen los “22 senderos o caminos del Árbol”, representados y regidos por las veintidós letras del alfabeto hebreo, que también son emanaciones energéticas de elevadísimo calibre, canales a través de los cuales pasan la energía, y no como simples letras como ahora las entendemos. De hecho, nada es lo que habíamos creído que era. Todo es mucho más profundo y sagrado.



Programación Divina...

Programación Divina

En la medida que vamos individualmente retirando todos y cada uno de los velos con que nos han mantenido tapados y ocultos de los misterios de la vida, más disponibles se nos hace para todos sus secretos, y más comprendemos que, lo que antes llamábamos divinidades, vedas, diosas, dioses, arcángeles, ángeles, maestros y guías espirituales, estrellas, astros, como también demonios, espíritus y elementales (y hoy en día como extraterrestres), son en realidad mucho más que seres antropomórficos, místicos y mitológicos e imaginarios, sino que códigos y programas energéticos, frecuencias de luz, color, números y formas, que vibran a una determinada velocidad que son parte de la totalidad y responsables de todo lo que existe, los creadores de todo lo que el cuerpo humano percibe a través de los cinco sentidos, para así poder jugar y experimentar con la existencia, consigo misma, en forma eterna e infinita, plasmado en un mismo y único plano obscuro de proyección, al cual le llamamos planeta.

 

Es decir, una especie de “software” dentro de un gran hardware virtual. 


En otras palabras, una especie de tecnología informática de un muy elevado nivel, mas no material, sino energética y espiritual que se retro alimenta a sí misma, en un ciclo eterno de nacimientos y muertes, de días y noches, de luz y obscuridad, de bits y bytes, de encendidos y apagados, que, dicho sea de paso, es la base de lo que los mismos seres humanos han inventado y creado con su tecnología, ya que la humanidad no es otra cosa que la propia expresión del Todo en forma materializada.


Es por ello que podemos encontrar este mismo “software” expresado en el cuerpo humano, en sus genes, en su código genético, en lo que llamamos ADN, lo que demuestra lo divino que todos somos.


Es así que en la Kabbalah se expresa lo mismo desde un nivel material y mental, matemático y alquímico, a través de la combinación de las veintidós letras hebreas, en donde cada una representa una energía y vibración particular de luz/obscuridad, y sonido/silencio, como también de conceptos visuales y mentales, formando lo que se conoce como los 72 nombres de Dios, los 72 nombres de ángeles y arcángeles, ordenados y clasificados desde distintos puntos de vistas, como es a nivel astrológico, energético, jerárquico, etc., que no son otra cosa que 72 combinaciones de códigos energéticos, 72 Inteligencias Creadoras, dotadas de unos determinadas frecuencias de información/luz, que les otorga capacidad para crear por sí mismas; 72 inteligencias que están formadas por la combinación de tres letras hebreas, dando lugar a 72 llaves que abren y dan acceso a todos los programas que están instalados e incluidos en todo lo que existe y es.


El paradigmático número 72 es un código en sí mismo, que también contiene un programa informático, transmisor y dador de luz con forma, al igual que el 3, número sagrado y alquímico por excelencia: tres letras en cada Nombre, tres versículos del relato del Mar Rojo.



3 x 3 = 9, 

3 + 3 + 3= 9, 

7 + 2= 9. 



El 3 y el 9 son dos de las frecuencias creadoras que Tesla postulaba y no en vano, cuya tercera frecuencia (de nuevo tres) es el 6, que surge de restar 3 al 9. 


Las letras hebreas, como las runas, la escritura cuneiforme, los jeroglíficos egipcios y otras grafías, son formas de conciencia-energía-espíritu-ser de muy elevada frecuencia, formulaciones primarias del espíritu, moldes o vasijas que contienen y expresan la energía viva de la Luz Divina, el hálito del Santo y Primordial Espíritu, así que es lógico que tengan ese poder. Por algo son ellas las que forman las 72 Inteligencias Creadoras. 



Los relatos Sagrados...

Los relatos Sagrados
Esas 72 combinaciones de letras, que dan lugar a tantas otras Inteligencias Creadoras, salen de los tres primeros versículos del relato del Mar Rojo, en el que se narra la salida de Egipto del pueblo israelita, en dirección a la Tierra Prometida. Una marcha liderada por Moisés, encargado de llevar adelante la liberación de la misma gente a la que él había contribuido a dominar. 


Es por ello que los textos bíblicos originales, sin recortar ni manipular, no son otra cosa que textos cabalísticos, cuyas enseñanzas y tecnologías energéticas y espirituales han estado abiertas y disponibles a todos y para todos, pero que han sido manipulados por las religiones e instituciones judaicas, católicas y derivados, para así mantener el poder de aquella sabiduría y el control mental y espiritual de la humanidad, con tal de ser los únicos que puedan disfrutar del Universo mismo a su antojo, egoísmo y conveniencia. 


Por otra parte, los relatos sagrados de todas las tradiciones de sabiduría, tienen varias capas y niveles de lectura, comprensión, interpretación y aplicación, para que cada cual reciba de ellos lo necesario, según su grado de consciencia, conocimiento y desarrollo.  A medida que éstos se amplían, gracias a la labor continua con uno mismo, es posible llegar a las capas más profundas y escondidas.  Quienes no realicen esa tarea de transformación interna y consciente, en forma constante y permanente, se quedarán sólo en la superficie, tomando lo escrito como una mera información en forma literal y cronológica, sin sentido, como una historia, un cuento y un mito.


Ahora bien, de nada sirve tampoco el sólo leer, mentalizar, conocer, saber, entender y comprender lo que en la Cábala se expresa, aunque se practique y experimente las veces que sea y de las forma que sea, si no se tiene y se suma el elemento fundamental y principal que los mismos textos mencionan en distintas formas, el que mueve todo, lo que le da Vida y Suspiro a todo, llamado Fé. Aquella fuerza incomprensible que sólo se siente y que no se puede definir ni expresar, en donde no existe la duda y tampoco la creencia, sino que sólo aquella fuerza interna que todo lo da, todo lo mueve, sin pedir nada a cambio.


Es así que, a modo de ejemplo, esta tecnología energética y espiritual, de las 72 frecuencias creadoras o llaves cabalísticas inteligentes, las usó Moisés para separar, literalmente, las aguas del Mar Rojo, pudiendo atravesarlo y llegar sanos y salvos a la otra orilla, librándose así del ejército del faraón que les pisaba los talones. 


Y para que efectivamente hiciera efecto y realmente fuera realizada esa separación física de aguas, Moisés tuvo que entrenarse mucho y muy profundamente. No fue algo gratuito ni casual, sino el resultado de una gran labor consigo mismo: de autoconocimiento, transformación, transmutación y evolución, tal cual Jesús con sus milagros, sumado a un profundo conocimiento de las leyes universales y de los elementos, y fue precisamente la sabiduría egipcia en la que se formó y practicó desde muy joven, por citar sólo lo más relacionado con aquella encarnación.


Meterse en el mar y moverse por él, antes de que las aguas se hubieran separado, fue, a su vez, un inmenso acto de Fe y más aún de certeza, dos requisitos imprescindibles para que los milagros ocurran, y que siempre han de acompañar a nuestros actos para atraerlos efectivamente hacia nosotros y a nuestra vida. 


La primera implica confianza plena en que sucederá aquello que se anhela y la segunda, aún más significativa y potente, nos hace estar completamente seguros de que sí o sí se materializará, sin tener que saber el cómo, sólo fluyendo, aunque las apariencias externas muestren otra cosa e incluso, con frecuencia, que va a ocurrir todo lo contrario.

 

La certeza es una seguridad interna y absoluta de que la ayuda llegará, la cual procede de uno mismo, del ser y de su conexión sin condiciones con la divinidad que llevamos dentro, que se activa en el preciso instante en que nos metemos de lleno en el mar de las situaciones, en donde ponemos lo mejor de nosotros mismos, y sólo hacemos lo que debemos de hacer, sin pensar, sin miedo ni duda alguna y quitándonos del medio para no estorbar ni estropear su acción, sin esperanza, ni proyección personal alguna, sin ego ni nada que le relacione.



Conclusión...


Luego de todo lo expuesto en este artículo, se puede decir, entonces, que la Kabbalah es una herramienta muy poderosa que, con la comprensión, práctica y Fé real y sincera, en forma consciente, se puede contribuir, cual Ángel, dios o diosa, a la propia Creación en forma honesta, limpia, pura y santa, como un eslabón más del Todo.


No es casual que siempre se haya dicho que la Humanidad es la conexión entre el Cielo y la Tierra, el encargado de traer uno al otro y de supervisar responsablemente que así siga siendo por la eternidad. 


Por ello somos materia y espíritu al mismo tiempo, cuerpo y alma, la perfección misma de toda la Creación, el eslabón primordial de que todo siga existiendo, la unión de lo sutil con lo denso, la imagen y semejanza de Dios mismo, encerrado en los 72 códigos inteligentes de la creación. 


Somos el propio Universo manifestado en  nosotros mismos, experimentándonos, jugando, viviendo en este ciclo eterno e infinito de Luz y Obscuridad, de Vida y Muerte, sin desaparecer jamás.





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