(Swami
Paramananda)
Nuestra mente es, en verdad, casi la única
fuente de nuestros placeres y dolores, de nuestros fracasos y éxitos, de
nuestro bienestar y de nuestras enfermedades, por ello nuestro deber es
entenderla y vigilarla para que no domine nuestras vidas si deseamos vivir
plenamente la vida. Éste es el lema de la meditación.
Carl Jung lo explicaba muy bien en la teoría de
la "sombra" que todos llevamos dentro. En ella nos hacía llegar parte
de sus enseñanzas con Freud. Jung llama "sombra" a nuestro ego, que
está en completa relación con nuestra mente y con nuestro subconsciente donde
se esconden todos nuestros monstruos que hacen de nuestra vida diaria un vaivén
de emociones como la envidia, temor, alegría, tristeza, nervios, odio,
vergüenza,... y que a su vez nos provocan diversas reacciones y acciones que
nos mantienen en constante estrés interno, muy lejos de la paz interior que nos
merecemos.
Pero esa es sólo una parte de nosotros, nuestra
personalidad, no nuestro total. Por ello además de un ego, que podríamos decir
que radica en el exterior de nosotros, existe un SER, lo que los hindúes y
otras corrientes denominan YO SOY, que muy bien puede compararse con nuestro
espíritu o nuestro centro. Esa parte de nosotros es totalmente pura, divina,
perfecta y sabia. Es nuestro Yo verdadero.
Para entenderlo mejor, podríamos imaginarnos a
nosotros mismos como una cebolla. Cada capa de la cebolla representaría a una
parte de nuestro ego, de nuestra mente que deberíamos ir retirando poco a poco
hasta llegar al corazón de este alimento que representaría a nuestro verdadero
ser, allí oculto entre tanta capa, pero sustentador de todas ellas.
Cuantas más capas lográsemos quitar más nos
acercaríamos a nuestro yo verdadero y por lo tanto mejor entenderíamos las
cosas que nos suceden, quienes somos, qué hacemos aquí, cuál es el
comportamiento adecuado, qué camino coger para no equivocarnos... y un sin fin
de información verídica sobre las verdades universales en relación con nosotros
y nuestra vida y con los demás y la suya. Cuanto más consigamos profundizar,
cuanto más cerca estemos de nuestro ser o nuestro centro más conocimiento
verídico obtendremos y por lo tanto nuestra capacidad de discernimiento será
mayor consiguiendo que las emociones externas dejen de afectarnos, de
manejarnos como marionetas, o como dirían los más teóricos, de alienarnos en
los demás.
Así pues, ésta es la finalidad de la
meditación, conseguir despejar nuestro ego y las imágenes mentales ficticias
que creemos reales, para abrir el camino de nuestro ser a la consciencia, y
conseguir estar el máximo tiempo posible actuando desde nuestro centro y no
desde nuestro ego llevando así el entendimiento y la perfección a nuestras
vidas.
Esto no significa que nuestra mente sea inútil,
mentirosa y no traiga nada más que problemas. Lo que ocurre es que debemos
entender que la mente ha de ser una herramienta más de la que disponemos para
aprender en nuestra vida, y nunca dejar que la dirija ella sola, sino
acompañada de nuestro ser y corazón.
Existen dos tipos de meditación narrados en los
textos yóguicos a partir del primer milenio de nuestra era: la meditación
informal y la meditación formal.
La meditación informal tiene como objetivo
la absorción total de uno mismo, la conexión absoluta con el cosmos y la
comprensión total, pero es realmente difícil realizarla y pocos logran
conseguirlo, por ello surgió la meditación
formal en la que centramos la atención en un determinado objeto,
sentimiento o idea elevados. Lejos siempre de cualquier deseo. De todas formas
hoy en día se han descubierto numerosas técnicas más provenientes de todo el
mundo, antiguas o nuevas. Aquí te propongo una de las más tradicionales.
Antes que todo, debes aprender a concentrarte y
a visualizar un objeto, idea o sentimiento. Para comenzar con esta práctica es
conveniente que realices el pequeño ejercicio que te propongo, todos los días,
durante 5 minutos:
I)
1. Busca un lugar tranquilo y sitúate en una
posición en la que te encuentres cómodo, pero con la columna vertebral recta.
2. Respira profundamente tres veces, y después
comienza a respirar rítmicamente.
3. Comienza a observar detenidamente y sin
distracción alguna un objeto que pondrás a tu alcance y que para ti represente
algo elevado, como ejemplo utilizaremos la llama de una vela, pero también puede
ser cualquier símbolo que para ti sea sagrado.
4. Tras un minuto de observación continua, pero
relajada, y sin ningún pensamiento externo (sólo observar), cerraremos los ojos
e intentaremos reproducir el objeto, en nuestro caso la llama de la vela en
nuestra mente. Dibuja su contorno, su color, su luz, siente su calidez, ...
Procura mantener la imagen el tiempo que puedas, pero si no eres capaz o te
cuesta mucho porque la mente se te va a otros pensamientos, vuelve a abrir los
ojos y observar el objeto, repitiendo la misma operación hasta que puedas
mantenerla sin problemas.
5. Repite el ejercicio todos los días hasta que
veas que dominas perfectamente la concentración y visualización, incluso sin el
objeto delante. Cuando por fin hayas adquirido la capacidad de visualización y
concentración comienza con un pequeño ejercicio de meditación.
II)
1. En un lugar tranquilo y en una posición
cómoda, pero con la espina dorsal erguida, comienza a respirar rítmicamente.
2. Empieza a visualizar el objeto elegido y
cuando lo tengas fijado perfectamente en tu mente con los ojos cerrados
comienza a reflexionar sobre sus cualidades con un cálido sentimiento de
afecto. Pondera su significado simbólico. En el ejemplo de la llama podemos
reflexionar sobre la luz divina y eterna, que despeja toda oscuridad de nuestra
vida, que aporta claridad, ... En fin, todo lo que se nos vaya ocurriendo. De
modo que ya estás meditando, en nuestro ejemplo sobre la luz.
3. Es muy probable que en las primeras veces
nuestro pensamiento se vaya desviando del origen, por ejemplo al pensar en la
llama como luz quizá se nos venga el recuerdo de que tenemos que pagar su
factura, comprar una bombilla, ... Es lo natural cuando empezamos, así que si
eso nos sucede, procuraremos volver a relajarnos y respirar rítmicamente para
comenzar de nuevo con la visualización y meditación. Cuando ya consigas dominar
esta pequeña meditación estarás preparado para comenzar con ejercicios de mayor
profundidad como el que te proponemos.
III)
1. En un lugar tranquilo adoptarás la posición
de meditación por excelencia: piernas cruzadas, con ambas rodillas tocando el
suelo y la columna vertebral en posición vertical. Las manos se colocan en
posición "dhyana mudra" (sello de meditación), en la que la mano
izquierda descansa con la palma hacia arriba sobre las piernas dobladas, y la
mano derecha está colocada encima, con la palma hacia arriba, ambas con las
yemas de los pulgares tocándose.
2. Visualiza el objeto que has escogido, en
nuestro caso utilizaremos la llama de la vela. Una vez que lo tengas fijado en
la mente, comienza con la pequeña meditación que practicaste antes
reflexionando sobre lo que representa.
3. Una vez que sientas completa dicha
meditación integra el objeto en ti, lo que has meditado en ti. Por ejemplo
visualiza la llama en tu corazón y cómo irradia luz a todo tu ser, cómo se va
expandiendo, cómo va disipando la niebla que hay a tu alrededor, cómo llega a
todos los rincones oscuros, irradiando afecto hacia todos los seres, disipando
toda sensación que no sea amor, disolviendo la imperfección y la enfermedad...
Sigue profundizando hasta donde puedas llegar. Incluso a la unión de tu luz con
la luz del cosmos.
Cuando consigas dominar un objeto determinado,
como la llama de la vela puedes escoger otro e incluso integrarlo al anterior.
Pero recuerda hacerlo sólo cuando ya hayas dominado el primero. Cuando veas que
dominas la técnica sin problemas puedes intentar meditar sobre ideas
abstractas, pero teniendo sumo cuidado en escoger asuntos positivos, buenos, nobles
y elevados.
Este mudra suele ser el primero que se aprende y,
de hecho, pocas personas saben que realmente es un mudra muy poderoso. Se ha
hecho especialmente famoso porque a mucha gente se lo han enseñado para
encontrar aparcamiento, pero tiene muchas más propiedades. Su fuerza se deriva
de la conexión de la energía de los tres primeros dedos y se ve potencializado
cuando se hace con las dos manos.
Este mudra es algo mágico pues realmente no
tiene una propiedad concreta mas la de concentrar toda la energía del cuerpo,
la mente y el espíritu en algún deseo concreto, sea del tipo que sea, ayudando
a conseguirlo.
Puedes realizarlo en una mano o en las dos,
teniendo más potencia si lo realizas en ambas. No requiere de una posición
corporal concreta de manera que puedes realizarlo tanto tumbado, sentado, o
como quieras.
Para formar el mudra sólo tienes que juntar las
yemas de los dedos gordo, índice y medio; y doblar hacia el centro de la palma
de la mano los dedos anular y meñique.
Te recomiendo que acompañes este mudra con
alguna visualización sobre lo que deseas o alguna afirmación e incluso con
algún decreto.
Si piensas en el poder de Dios, verás que es
infinito. Piensa que la tarea de los
arcángeles y de las legiones de luz consiste en obedecer tus órdenes, tus
oraciones, tus decretos, respondiéndote, cumpliendo con ellos mientras que
pidas este acuerdo con la voluntad de Dios.
Mientras bendigas a la Vida, pidiendo la
protección de Ella, pidiendo curación y sanación, Dios te responderá por medio
de sus ángeles, de acuerdo con lo que es lícito, con Su propia voluntad para
ti, con tu karma.
Algunas veces, nuestro karma exige que suframos
durante un tiempo, como Jesús sufrió en y con su cuerpo por un tiempo, para que
podamos obtener una mejor resurrección.
No nos enojemos con Dios en caso de que no
cumpla nuestras peticiones, ya que sólo Él sabe si correspondían para nosotros
o no, de acuerdo a nuestro karma y nuestros procedimientos en nuestra
vida. Nos dirigiremos a Él, haciendo
nuestras peticiones, entregados y agradecidos por cualquier cosa que sea la
respuesta o resolución que nos dé, por las lecciones que debamos aprender en la
vida.
Cuando hagas una petición o des un decreto, no
debes, ni tienes que reducirte a tu mundo.
Recuerda que, las que emitas desde el centro de tu corazón, pueden
alcanzar, fácilmente, tanto a una persona, como al total de los habitantes de
este hermoso planeta en que vivimos.
me gustó mucho, gracias por la entrega!
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